Te enfrentas a tu destino

Helio ha llegado puntual a la cita

Te tapa los ojos antes de montarte. Piensas, lo hace, para que no puedas ver el recorrido hasta el Monte Olimpo. Aunque él te dice que es para protegerte de los destellos que el carro produce. Aún así, te preocupas. En caso de que las cosas se compliquen, estarás perdido en algún lugar perdido del universo; como Teseo en su laberinto, a la espera de que alguna piadosa Ariadna te enseñe el camino de vuelta.

El viaje dura apenas unos minutos, aunque no podrías asegura cuántos. Helio te ayuda a bajar del carro y cuando te ha colocado de espaldas a él, te dice que ya puedes quitarte el antifaz; pero como Hades hizo con Orfeo te advierte que no mires atrás o tus ojos no volverán a ver la luz del día.

Orfeo y Eurídice, de Rubens

Grandes destellos a tu espalda, te incitan a girarte y mirar el deslumbrante prodigio; pero soportas la tentación. Escuchas a Helio tirar de las riendas de su carro y, enseguida el haz de luces desaparece. Quedas inmerso en la oscuridad.

Dos luces rojas se encienden a apenas a un metro de ti. No puedes desviar de ellas la mirada. De repente, las ves tornarse a un color blanco. Descubres que son dos ojos en los que resaltan sendas pupilas de cristal en la que te ves reflejado. En ellas ves tu destino, el cual, te espanta.

Esta debe ser la primera prueba de la que te habló Zeus: afrontar tu destino. La Sibila ha hablado y nunca se equivoca (no puedes dejar de pensar en cómo se cumplió el oráculo predicho a Edipo). Si decides seguir con el caso deberás, como el propio Ulises, vagar durante años en busca de tu hogar. En caso contrario, te ha sido vaticinado que fracasaras y Zeus te castigará por ello. Serás repudiado a una isla desierta en la que te alimentarás de su arena y estarás condenado a pasar una sed eterna mientras te escuchas rodeado de agua ya que, además, un ave te arrancara los ojos al amanecer de cada día, devolviéndotelos al anochecer.


Ahora debes decidir si sigues con el caso o lo dejas
. Recuerda que Ulises jamás pudo soportar verse encerrado en su isla natal, Ítaca. Y nada más regresar de su Odisea no tardó en volver a partir en busca de nuevas aventuras: buscar los límites del mundo. Zeus lo sabe y por ello ha diseñado ese castigo, hecho a la medida de tu estirpe.

SEGUIR CON EL CASO
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