¡Has decidido seguir!
Varias velas se iluminan progresivamente indicándote un camino a seguir. Lo emprendes. No logras olvidar las imágenes que sobre tú destino has visto. Mientras caminas, recuerdas la historia de Edipo. Su destino se cumplió por mucho que hicieron por evitarlo. ¿Podrás tú conseguirlo? Lo dudas. Empiezas a añorar tu sucia y maloliente oficina y las largas horas de espera para que alguien te ofrezca un caso, un caso deprimente, que tienes que aceptar obligado por las circunstancias.
Edipo vuelve a tu mente cuando al final del camino, sobre una piedra, ves a la Esfinge que te mira avanzar, expectante. Detrás de ella, unas puertas enormes, tipo Jurassic Park, que supones, dan entrada al Olimpo. Debe ser la segunda prueba de la que Zeus te habló. Aquel monstruo alado, con cuerpo de león y busto de mujer te va a proponer un enigma que debes resolver para demostrar ser un digno sucesor del astuto Ulises y poder acceder al Olimpo.
La voz de la Esfinge es, sin duda, la más dulce que jamás has escuchado: “Un enigma ahora te propondré y si no lo aciertas, te devoraré. Si por el contrario, lo logras resolver, al Olimpo yo te llevaré. El enigma es el siguiente:
Hubo una vez un dios, que con su hoz, separó cielo y tierra.
Años después, derrotado, como el oráculo le advirtió,
lanzó, antes de morir, su arma sobre la tierra
dando ello lugar a una nueva isla.
¿Cuál era el nombre de ésta?
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