ORIGEN:
Diosa griega del amor y de la belleza. Encarna la omnipotencia creadora del deseo amoroso, al cual se hallan sometidos todos los seres vivos sin excepción. Seductora, a veces temible, es una de las fuerzas primordiales como sugiere la tradición más extendida relacionada con su nacimiento.
Afrodita nació de Urano cuando su hijo Crono, después de mutilarlo, arrojó al mar sus órganos sexuales. La semilla del dios castrado fecundó la espuma de las olas y en ellas engendró una diosa de radiante belleza a cuyo paso nacían las flores.
RELACIONES AMOROSAS:
Afrodita es la protagonista de numerosos relatos de carácter amoroso. Zeus la entregó en matrimonio al hábil aunque nada apuesto, Hefesto, pero Afrodita se prendó pronto del feroz Ares y se citaba con él en secreto. Su esposo, informado por Helio del adulterio, quiso vengarse y consiguió atrapar en una red a los dos amantes enlazados, presentándolos así ante los dioses del Olimpo, a quienes previamente había convocado para avergonzar públicamente a los adúlteros.
LA MANZANA DE LA DISCORDIA:
Sobre el monte Ida tuvo lugar el célebre juicio de Paris, donde Hera, Atenea y Afrodita rivalizaban por la posesión de la manzana de oro destinada a la más bella. Designado para arbitrar el conflicto, el joven pastor, hijo del rey troyano Príamo, eligió a la diosa del amor, que le había prometido entregarle a la más hermosa de las mortales, la bella Helena.
Paris se dirigió a Esparta y raptó a Helena con ayuda de Afrodita, hecho que sitúa a la diosa en el origen de la guerra de Troya. A pesar de la ayuda que siempre dispensó a los troyanos, particularmente a Paris y Eneas, no pudo evitar la caída y destrucción de Troya.
OTRAS HISTORIAS:
Ayudó también a Jasón, pero en la mitología abundan más los casos que presentan a Afrodita como una divinidad cruel que castiga sin piedad a todos aquellos que despiertan su rencor o descuidan su culto. Se venga inspirando pasiones monstruosas o fatales: Pasífae y Fedra; persigue a Psique cuya belleza consideraba una afrenta personal; castiga el desdén de las mujeres de Lemnos y la aversión a las mujeres de Hipólito.
Diosa griega del amor y de la belleza. Encarna la omnipotencia creadora del deseo amoroso, al cual se hallan sometidos todos los seres vivos sin excepción. Seductora, a veces temible, es una de las fuerzas primordiales como sugiere la tradición más extendida relacionada con su nacimiento.
Afrodita nació de Urano cuando su hijo Crono, después de mutilarlo, arrojó al mar sus órganos sexuales. La semilla del dios castrado fecundó la espuma de las olas y en ellas engendró una diosa de radiante belleza a cuyo paso nacían las flores.
RELACIONES AMOROSAS:
Afrodita es la protagonista de numerosos relatos de carácter amoroso. Zeus la entregó en matrimonio al hábil aunque nada apuesto, Hefesto, pero Afrodita se prendó pronto del feroz Ares y se citaba con él en secreto. Su esposo, informado por Helio del adulterio, quiso vengarse y consiguió atrapar en una red a los dos amantes enlazados, presentándolos así ante los dioses del Olimpo, a quienes previamente había convocado para avergonzar públicamente a los adúlteros.
LA MANZANA DE LA DISCORDIA:
Sobre el monte Ida tuvo lugar el célebre juicio de Paris, donde Hera, Atenea y Afrodita rivalizaban por la posesión de la manzana de oro destinada a la más bella. Designado para arbitrar el conflicto, el joven pastor, hijo del rey troyano Príamo, eligió a la diosa del amor, que le había prometido entregarle a la más hermosa de las mortales, la bella Helena.
Paris se dirigió a Esparta y raptó a Helena con ayuda de Afrodita, hecho que sitúa a la diosa en el origen de la guerra de Troya. A pesar de la ayuda que siempre dispensó a los troyanos, particularmente a Paris y Eneas, no pudo evitar la caída y destrucción de Troya.
OTRAS HISTORIAS:
Ayudó también a Jasón, pero en la mitología abundan más los casos que presentan a Afrodita como una divinidad cruel que castiga sin piedad a todos aquellos que despiertan su rencor o descuidan su culto. Se venga inspirando pasiones monstruosas o fatales: Pasífae y Fedra; persigue a Psique cuya belleza consideraba una afrenta personal; castiga el desdén de las mujeres de Lemnos y la aversión a las mujeres de Hipólito.